La era digital está atravesada por sorprendentes e intensas paradojas. El derecho a la privacidad se presenta a debate a nivel mundial justo en el mismo momento en que comienza a desaparecer como tal. Con mayor o menor legalidad, con más o menos conciencia, los ciudadanos han ido perdiendo su derecho humano a la privacidad. La gestión y comercialización de la publicidad corporativa le garantizó una muerte segura, lenta y profundamente indigna.
Desde mañana Google Inc., la mayor plataforma de servicios y publicidad del mundo, impondra a sus millones de usuarios un nuevo y maligno régimen de gestión de datos personales y privacidad. En poco más de 10 años la compañía pasó a definir tecnológicamente cómo debe (re) interpretarse el derecho a la privacidad a nivel global. Es cierto, Google Inc. tuvo un gran mérito: supo cómo construir usuarios / rehenes a los que les muestra más y mejor publicidad.
La irreversibilidad de estos cambios está asegurada por otros dos movimientos cuasi confirmatorios. El primero de ellos es la lentitud e inacción de la administración del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Lejos de haber actuado con rapidez, recién la semana pasada presenté un ¿borrador? para que los ciudadanos puedan optar por no ser rastreados / monitoreados / espiados por las empresas de Internet (Google, Facebook, Twitter). ¿No será un poco tarde?
La triste e irreversible muerte de la privacidad también está acompañada por la plácida y tibia inacción de los (supuestamente bravíos) reguladores del Viejo Continente. Hace dos semanas la Comisión Europea pidió -sin éxito- a Google Inc. que suspendiera su nueva política de privacidad, a la vez que se planteó un extemporáneo, lento y anacrónico cambio en sus políticas de privacidad. Claro, estos cambios sólo se implementarán dentro de varios años. ¿No será muy tarde?
Es cierto que los intentos de nuevas leyes en la UE y Estados Unidos tienen muy buenas intenciones. Ambos buscan mayor respeto al derecho humano a la privacidad. El proyecto europeo intenta brindar a la ciudadanía el derecho a ser olvidados. En forma similar, el borrador de Ley de la administración de Obama busca que los ciudadanos puedan optar tecnológicamente (opt-out) por no ser monitoreados por las empresas.
Sin embargo, ambos proyectos son tibios, fragmentarios y extemporáneos: llegan demasiado tarde para evitar la violación sistemática del derecho a la privacidad que imponen las corporaciones que comercian con la publicidad a nivel global. La situación es muy gravosa para la ciudadanía. En pocos años los ciudadanos han ido cambiando su derecho a la privacidad por respuestas a preguntas del tipo ¿dónde queda la pizzería más cercana?
Parece un juego de palabras, un largo y profundo juego filológico. La privacidad de los ciudadanos ha muerto a manos de la publicidad. El derecho a la privacidad que surgía de la interpretación de leyes, tratados y declaraciones universales, de la doctrina y la jurisprudencia, ha dejado de existir. Ha muerto a manos de la publicidad, ha muerto a manos de las corporaciones comerciales norteamericanas que gestionan y venden publicidad alrededor del mundo.
El derecho ciudadano a la privacidad fue desplazado por el derecho corporativo a la publicidad. Si el derecho a la privacidad es violado sistemáticamente por las corporaciones comerciales, ¿qué hace que los diferentes Estados nacionales deban respetarlo? El derecho a la privacidad se mercantilizó. Pasó a ser, en el mejor de los casos, un privilegio industrial. Claro, la nueva privacidad industrial dejó de ser un derecho humano: ¿se la puede seguir considerando un valor democrático?
* El Dr. Ariel Vercelli es Presidente de BIENES COMUNES A. C. e Investigador del CONICET / IEC-UNQ. Columna publicada en la sección de Tecnología de Télam. Sin licencia.