La pasión por mejorar los sistemas informáticos, las culturas, el mundo entero

La lista de temas a mejorar, optimizar, adecuar y militar políticamente es interminable. En la historia de la humanidad este juego de traducciones y adecuaciones socio-técnicas del mundo ha tenido muchos picos altos e intensos. El desarrollo de la cultura hacker y su expansión a nivel mundial es, sin dudas, uno de estos momentos históricos. Las comunidades de hackers comienzan a abandonar el cascarón de la subcultura y una nueva cultura emerge a nivel global.

En las décadas del 50 y 60 los primeros hackers se formaron dentro de comunidades vinculadas al diseño de computadoras y programas informáticos. Los hackers podían definirse entonces como personas entusiastas y amantes de los programas de computadoras, como aquellos que disfrutaban del conocimiento íntimo de los sistemas digitales y las redes electrónicas. Las comunidades de hackers nacieron de y en los laboratorios académicos de todo el mundo.

Todavía hoy los hackers se caracterizan por su actitud lúdica, su pasión hacia el conocimiento compartido, un fuerte compromiso ético-político y, sobre todo, por la construcción de soluciones inteligentes y elegantes. En partes fundamentales, Internet nace de estas subculturas. Entre otros, el software libre, el concepto de copyleft, los sistemas operativos GNU/Linux, la tradición de las fuentes abiertas, la World Wide Web o los navegadores nacen de estas comunidades.

En la década del 80 y 90 las comunidades de hackers y sus subculturas (muchas contraculturas) comenzaron a expandirse a nivel mundial de la mano de las tecnologías digitales y la expansión de las redes electrónicas distribuidas. Aparecieron nuevas generaciones de hackers, las comunidades se volvieron más distribuidas y menos académicas. Sin abandonar el amor y la pasión por las soluciones elegantes su militancia y compromiso comenzó a ir más allá del software.

En la década del 80 los hackers también comenzaron a ser estigmatizados y a tener “mala prensa”. A nivel mundial se produjo una maliciosa e intencionada desinformación por parte de los medios masivos de comunicación: los hackers también pasaron a ser vistos como criminales. Esta resignificación se operó a través de la asimilación de los hackers a los crackers. Es decir, a aquellos criminales informáticos que invaden computadoras y redes tanto púbicas como privadas.

Hacia el inicio de este siglo, más allá de las resignificaciones mal intencionadas, las comunidades de hackers comenzaron a vincularse más con el activismo –“hacktivismo” –  y a conformar movimientos que promueven la apertura y libertad del software, la información, el conocimiento, las tecnologías, los bienes comunes y la cultura en general. Hace pocos años estos movimientos se volvieron más locales / regionales y directamente comenzaron a sumarse a causas políticas.

En la actualidad se observa que aquella pasión por mejorar los sistemas informáticos ha ido mucho más allá de las redes electrónicas. Ha dejado de ser una subcultura, se ha convertido en cultura, se ha transformado en pasión por cambiar el mundo. Así, hay hackers informáticos, políticos, abogados, científicos, médicos, periodistas, deportistas, asistentes sociales, sindicalistas, etc. Esta cultura vive en todos aquellos que quieren aportar algo para la construcción de un mundo mejor.

La República Argentina, la región sur, el mundo entero necesita de este emergente cultural. Necesita de hackers inteligentes, comprometidos, silenciosos y pacíficos. El sabor de la optimización de un sistema, de compartir, de incluir a los que menos tienen, de proteger y expandir los bienes comunes es algo incomparable. La cultura hacker se volvió militancia política distribuida. Se necesitan revolucionarios en todos los ámbitos de la producción y reproducción humana.

* El Dr. Ariel Vercelli es Presidente de BIENES COMUNES A. C. e Investigador del CONICET / IEC-UNQ. Columna publicada en la sección de Tecnología de Télam. Sin licencia.

Dejá un comentario